miércoles, 21 de septiembre de 2011

Fuerza y Honor


Querido amigo, hoy es uno de esos días en que la memoria se pone la carne de gallina, uno de esos días en el que recordar un amigo que ya no está duele tanto en el alma que pareciera que a la memoria le salen llagas de tanto que visito esa parte del cerebro en la que guardo tú voz. Tus fuertes apretones de mano y esa sonrisa, la que viaja ver la calma y tanta inteligencia.

A menudo cuando me viene a visitar la nostalgia o cuando la soledad se empeña en acurrucarse en mi mirada, visito esa parte en el cerebro en la que todavía vives, en la que con tu voz y tu recuerdo he construido un jardín.

Hoy he visitado ese jardín para podar algunos brotes de olvido que a menudo se empreñan en hacer las hojas de lo vivido. Pero no te afijas, ni dejes que una sombra de duda se pose en ti. He plantado esta misma mañana unos árboles de recuerdos, árboles hechos de abrazos, de conversaciones cómplices ante un café barato y de cientos de noches en las que tú, con tú micrófono y yo con mí almohada, nos hacíamos fotos, utilizando de fondo paisajes encantados.

Hoy te escribo desde la soledad que solo deja la pérdida de un compañero de viaje, de esos viajes que solo existen en los mapas de los sueños, en la geografía del querer saber, en las guías para aventureros de lo desconocido. Tu voz echa de besos a dejado mis oídos huérfanos Joanna.

Hay recuerdo como si fuera ayer la primera vez en la que nos conocimos, tus palabras se escurrían por la piel de una rabia, y cada silaba, cada frase se convertía en gotas de luz y durante años te fui viviendo baso a baso. Más tarde la vida me regalo la oportunidad de conocerte en persona. A esa nube echa de gotas de alma, de gotas de luz, esa nube eres tú y pido al cielo de los soñadores, al cielo de los locos, al cielo de los que nunca se olvidan de buscar, que siempre este tu nube para que me lluevas por dentro para que me riegues estos campos yermos de los que tu amigo muy a menudo se encuentra, hoy la noche tiene los ojos tristes y por eso he ido a visitar mí jardín, nuestro jardín, el jardín de tus sonrisas.

Txus Di Fellatio - El Principe de la Dulce Pena

martes, 20 de septiembre de 2011

No es que muera de amor, muero de ti


No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

-Jaime Sabines-