Había madrugado sin saber por qué, de la gran montaña frente
a su ventana apenas y se veía el contorno cubierto por la bruma de la mañana.
Se quedó mirando un rato, abstraída en sus pensamientos aunque no lograba
concretar ninguno, lo bueno de estar en un lugar extranjero era eso… que nada
parecía terminar de formarse en su cabeza, así podía desechar rápido esas ideas
y concentrarse en la mañana. Allá en casa en cambio esos pensamientos eran una
bruma constante con nombre y apellido y una pesada ausencia.
Aquella mañana de un blanco sin recuerdos se sentó frente al
café humeante… lo tomaba sin azúcar desde que llegó, así sabia menos amargo. Y
mientras volvía a mirar la bruma a lo lejos, sus ojos lo encontraron… ahí
estaba, oculto, devolviéndole la mirada. Sonrió sin querer y sin querer lo
encontró.
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